En numerosas ocasiones me preguntaron qué carrera elegiría si tuviera la posibilidad de volver el tiempo atrás. Una de las pocas cuestiones sobre las cuales no he dudado hasta el momento es mi vocación docente. Estoy firmemente convencida que la práctica pedagógica tiene una capacidad enorme para transformar a los educandos como agentes de cambio y, en ese sentido, impactar positivamente en sus entornos.

En más de 20 años de trabajo en el ámbito educativo formal e informal pasé por experiencias muy diversas entre sí, pero si tuviera que escoger una práctica de impacto social, no dudaría en mencionar a Programar: un programa educativo para la inclusión sociolaboral que, en unos pocos meses, restituyó los derechos vulnerados e impulsó el desarrollo humano y profesional de jóvenes de escasos recursos económicos.

Corría 2009 cuando me propuse buscar un nuevo trabajo en el sector social. Comencé navegando el sitio de Idealistas.org donde el caudal de información era abundante. En el sitio descubrí la convocatoria de docentes con perfil técnico y formación en inglés. Me postulé y pocos días después me llamaron para agendar una entrevista. Rápidamente ingresé a trabajar como profesora de Inglés Técnico del programa, pasé por una inducción, conocí al equipo y comencé a definir los contenidos mínimos del módulo y sus recursos didácticos junto a mis coordinadores.

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Programar fue una iniciativa de Ignacio Dodero, ingeniero industrial egresado del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), cuya tesis de graduación permitió identificar dos problemáticas no resueltas: una alta tasa de desempleo de jóvenes y una demanda de RRHH insatisfecha del sector tecnológico en Argentina. Dodero ideó el proyecto, buscó socios estratégicos y lo motorizó en el marco de la Fundación Desarrollar Argentina.

El programa se propuso facilitar una formación de alto valor agregado y la inserción laboral de jóvenes de 18 a 24 años con título secundario y condiciones de vulnerabilidad social. El ingreso al programa comprendía un proceso de reclutamiento que consistió de un test técnico a fin de validar habilidades básicas sobre matemáticas, lógica, abstracción, concentración, etc.; un test vocacional para determinar si había interés verdadero en las tecnologías y una evaluación de las condiciones socioeconómicas de los postulantes. A igualdad de capacidad técnica, se priorizó a quienes tenían mayor necesidad económica.

Por su parte, el proceso educativo incluyó tres módulos: formación técnica en Java, PHP, .NET, Infraestructura tecnológica, Base de datos o Testing; inglés técnico y desarrollo profesional. La cursada se realizaba de lunes a viernes con una carga de 4 horas diarias y un total de 500 horas. Entre otras cosas, los estudiantes aprendían un lenguaje de programación, desarrollaban habilidades de comprensión lectora de textos en inglés y habilidades blandas para la búsqueda laboral (armado de CV, presentación personal, comunicación asertiva en una entrevista laboral, etc.). El curso era enteramente gratuito y contaba con una beca de $150 mensuales para viáticos.

Entre 2009 y 2011, el programa alcanzó un total de 7 sedes en el Área Metropolitana de Buenos Aires, la Provincia de Córdoba y la Provincia de Salta. Entre los resultados más significativos vale destacar que 7 de cada 10 egresados consiguieron trabajo y duplicaron o triplicaron el ingreso familiar per cápita.

Contó con el apoyo de diversas entidades del sector privado, entre las que se destacaron: Banco Industrial, Mercado Libre, Microsoft, Accenture y Pragma Consulting. También obtuvo el acompañamiento de diferentes entidades públicas: Gobierno de la Provincia de Salta, Gobierno de la Provincia de Córdoba, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Ministerio de Trabajo de la Nación, Municipalidad de la Matanza, Universidad Nacional de la Matanza, escuelas secundarias, etc. Por último, recibió la colaboración de numerosas organizaciones sociales entre las que vale mencionar a Fundación Caminando Juntos, Fundación Equidad, Fundación Pescar, Fundación Cimientos, Fundación IRSA, etc.

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En el marco de una entrevista para el programa Responsabilidad Social del Canal Metro[1], Dodero, Director Ejecutivo de Programar, explicó el potencial del proyecto en el contexto nacional: “Hay dos efectos de lo que podría ser la sustentabilidad: lo primero es que nosotros nos enfocamos en vincular dos necesidades, que es el desempleo juvenil y la demanda insatisfecha de RRHH del sector de la tecnología que es altísima. Estamos hablando de 1 millón de jóvenes desempleados y 10.000 puestos vacantes todos los años en el sector, que hacen que Programar haya podido crecer de 50 a 1.500 chicos en casi 2 o 3 años. En ese sentido, veo la sustentabilidad (…) El segundo punto: una vez que el chico egresa y consigue trabajo pasa a ser, en algunos casos, soporte de su familia. Hay chicos que duplican o triplican el ingreso per cápita familiar. (…) Una vez que tiene un salario de por lo menos $2.000 o $3.000, el chico puede empezar a crecer, escalar y buscar mejores oportunidades. Desde las dos perspectivas, Programar tiene un potencial de crecimiento altísimo. (…) En 5 meses, el chico sabe si realmente le gusta o no le gusta (la tecnología) y, si le gusta, ya puede mantenerse para (realizar) una carrera universitaria. De hecho, casi el 40% de nuestros egresados están haciendo estudios terciarios o universitarios. En ese sentido, estamos muy felices porque son chicos que han descubierto la vocación y esto es un medio para una capacitación profesional que para ellos era impensable.”

Siguiendo lo anterior, Programar supo hacer sinergia entre entidades de diversos sectores para atender una problemática social y, al mismo tiempo, generó una solución a una necesidad insatisfecha del mercado laboral. Además, su impacto positivo en la vida de sus beneficiarios sucedió en tiempo récord. Claudia Cantero[2], egresada del programa y empleada de Pragma Consulting, relató su experiencia con suma emoción:

“Mi vida antes de entrar al curso era una vida de hogar: mis hijos, mi casa, mis amigos… y lo del estudio quedaba muy arriba.”

“La primera semana era novedosa y daba un poco de miedo. A mí, por lo menos, me daba un poco de miedo porque había un montón de cosas que yo no conocía, pero me gustaba aprender eso.”

“En ese momento exacto en el que me dieron el diploma, dije: no lo puedo creer. Miraba a mis hijos y decía: miren lo que mamá hizo, miren mi esfuerzo. Fue muy fuerte.”

Cantero finalizó el curso en 2009 y, al poco tiempo, fue contratada por Pragma, una empresa multinacional que brinda servicios de Consultoría de Negocios, Ingeniería de Software y Tecnología de la Información. Cuenta con oficinas en Argentina, Chile, México, España, Bolivia, Perú y Uruguay. Cantero no solo fortaleció su autoestima como mamá y como mujer, sino también pudo redefinir su proyecto de vida con mejores oportunidades de desarrollo para ella y su familia. Como Cantero, muchos otros jóvenes redireccionaron sus proyectos de vida con una mirada esperanzadora sobre el futuro.

Volviendo a las reflexiones iniciales de este post y parafraseando a Nelson Mandela, abogado y político sudafricano, la educación es el arma más poderosa que tenemos entre manos para mejorar las condiciones de vida de la población y, como consecuencia de ello, incrementar el nivel de desarrollo del país. Formar para transformar nuestro entorno y promover la cultura de la colaboración debería ser un mandato ético-político y una responsabilidad colectiva superadora de cualquier diferencia de criterio coyuntural. En ese sentido, vuelvo a elegir la docencia cada día.

Fuente: Facebook/proyectoprogramar

[1] Entrevista completa a Ignacio Dodero en el programa Responsabilidad Social del Canal Metro: https://www.youtube.com/watch?v=vVZ1wPPf3Sw

[2] Video institucional de Programar en cuyo marco se encuentra el relato completo de Claudia Cantero y algunos miembros del equipo: https://www.youtube.com/watch?v=pNfBkI7y-VI

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